Yo acepto

Aquella línea de horizonte que veía desde la ventana de mi habitación en la casa de mis padres en Gijón me atraía sin remedio.

Podía haber acabado en la pesca, en los mercantes, en cualquier artilugio flotante pero tenía tantas ganas de estar en la Mar que no pude esperar y fue la vela la que me permitió llegar a lo que tanto ansiaba desde niño.

Ahora con 52 años y más de 150.000 millas por detrás, el horizonte me sigue llamando, con la misma fuerza, con las mismas ganas.

Quiero afrontar una vuelta al Mundo a vela en solitario y sin escalas porque no puedo evitarlo. Es lo que soñaba despierto cuando me metía bajo las mantas en mi cama de niño y sigue siendo mi último pensamiento en mi cama de hoy.

Acepto las penurias de navegar en solitario, realmente no las discuto. Sé que no es negociable dormir un poco más de esos 20 o 30 minutos de cada vez. Sé que la Mar descubrirá todo lo que haya hecho mal y sé que mis tiempos serán los que dicte ella. Acepto que los días realmente duran 24 horas.

Acepto las discusiones en mi cabeza y los fantasmas que en cualquier momento aparecerán.

Acepto la lejanía de aquellos a quien más quiero.

También acepto el reto, el sentido de superación, el esfuerzo realizado y por realizar. Acepto la competición y la navegación planificada.

Y sobre todo acepto la comunión con la Mar, el silencio que nunca existe, la Naturaleza absoluta y la emoción de realizar mis sueños.

Juan Merediz

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